domingo, 20 de marzo de 2016

Las ideas de John K. Galbraith , los países pobres y la ideología actual

El apéndice del libro “El nuevo estado industrial” de este economista canadiense brinda muchas ideas sobre lo que es la ciencia económica, las políticas económicas y la ideología en este campo.
Son especialmente interesantes sus ideas acerca de la relación entre los factores económicos y sociales en algunos países (que en la época del libro eran los países pobres y que en estas épocas llamamos países emergentes).

Dicho esto, acá va la primera cita de este texto: 
“… con el aumento del bienestar popular la economía se hace cada vez más inadecuada como clave del juicio social y como guía de la política del estado”. 
Esto quiere decir que en un país en el cual no está asegurado el bienestar de la población, la economía será la principal medida sobre la que valorar el funcionamiento de la sociedad; tal como lo deja en claro la segunda cita:

“Cuando la gente está hambrienta, mal vestida, mal albergada o enferma, nada es tan importante como remediar esa condición. El remedio básico es un aumento de las rentas; y el problema básico es por tanto económico. Ya habrá tiempo de pensar en el ocio, la contemplación, la apreciación de la belleza y los demás altos objetivos de la vida cuando todo el mundo pueda sentarse a una mesa discretamente puesta. Incluso la libertad personal se defiende mejor, y se busca mejor la salvación espiritual, con el estómago lleno. En una sociedad pobre la economía no lo será todo en la vida, pero si será en la práctica su parte mayor”.
Como se puede ver en esta cita las ideas van de acuerdo con las anteriores. Sin embargo también se puede apreciar que Galbraith no considera más importantes a los valores económicos de por si, como si fueran un supuesto de su teoría -supuesto en el que si cayeron algunas teorías sociales-, sino que afirma que su mayor importancia en los países pobres radica justamente en las circunstancias materiales que les ha tocado vivir a estos países. A los que hemos vivido en un país subdesarrollado y conocemos al menos un poco de su historia reciente, podremos afirmar que es cierto este razonamiento, pues al ver a la pobreza de frente, sabemos que eso es lo primero que hay que atacar.
Ahora viene la tercera cita de Galbraith en la que nos dice lo que suele pasar, o mejor dicho pasaba en la época del libro, cuando se logran solucionar esos problemas económicos urgentes: 
“Cuando aumentan las rentas aparecen las cuestiones situadas fuera del alcance de la economía. Estas cuestiones imponen por ejemplo […] la cuestión de hasta qué punto tiene que acomodarse la educación a las necesidades de la producción en cuanto se oponen a las de la ilustración, […] o la de hasta qué punto tiene que subordinar el individuo su personalidad a la organización que se creó para satisfacer sus necesidades”. 
Galbraith ve este razonamiento en parte como un tipo ideal de lo que sucede en una situación así, más considera que es justamente en el campo de la teoría económica donde no se toman en cuenta estas consideraciones. Sobre esto va la cuarta cita:
“Los economistas han reconocido ya hace tiempo que esas cuestiones, o algunas de ellas, son importantes […]. Dada esa advertencia, la economía queda entonces por mera rutina como prueba final de la política. El tipo de aumento de la renta y el producto en el Producto Nacional Bruto y en la Renta Nacional sigue siendo, junto con la tasa de empleo, la medida exclusiva del logro social. Esta es la moralidad moderna. Se supone que san Pedro en el cielo no pregunta a los aspirantes más que lo que han hecho para aumentar el Producto Nacional Bruto”.
Líneas arriba, escribí que eso era lo que Galbraith veía que pasaba en la época del libro (entre los 60 y 70 del siglo XX), que era una época de mayor debate de ideas sobre todo en el campo de la economía, y de las ciencias sociales en general, debido a la existencia de la URSS a la que se veía (percepción no del todo acertada a la luz de la historia) como un adversario que podía derrotar al sistema estadounidense. Esta percepción generara que en el campo de la ciencia económica se defiendan con mayor énfasis (e incluso se inflen) las cualidades de la teoría económica neoclásica y sus recetas de política respecto a la sociedad entera. A eso se refiera la cita anterior, que aun cuando en la sociedad se reconoce la importancia de los otros factores extraeconómicos del bienestar, el discurso oficial y su ideología los siguen poniendo y exaltando como la medida de todas las cosas.
La quinta cita nos da un argumento más respecto a la preferencia de los factores económicos: 
“Los objetivos económicos tienen una ventaja más. La cualidad de la vida es subjetiva y discutible. El progreso cultural y estético no puede medirse fácilmente. […] En cambio el Producto Nacional Bruto y el nivel de empleo son objetivos mensurables. Muchos preferirán siempre un progreso mensurable hacia objetivos malos que un progreso no medible, y por tanto, incierto, hacia los objetivos buenos. Lo cual no resulta compatible con los objetivos de este libro”.
Esto quiere decir que Galbraith no es como Friedman quien al separar economía positiva de normativa, consideraba a la primera como superior y por lo tanto capaz de dar juicios más confiables (aunque en realidad este enfoque también trae consigo una ética implícita que no se reconoce), Galbraith considera que un equilibrio no es deseable ni ética ni técnicamente si este trae resultados indeseables, como un aumento de la desigualdad por ejemplo.
Pero estas eran las cosas en los 70, por lo que se necesita hacer unas observaciones respecto a esta situación en la actualidad -Galbraith era un convencido de que la teoría debe cambiar si la realidad social cambia, solo así podrá explicarla satisfactoriamente-. En  la sociedad posterior a la Guerra Fría se dio la situación de que tras la caída de la URSS se inició una exaltación del liberalismo que había resultado ganador en la batalla político ideológica, y eso es en buena parte cierto, pero la palabra exaltación no la use gratis, pues el liberalismo (que también profesaba Galbraith) ya había empezado a convertirse desde inicios de los 80 en lo que hoy se llama neoliberalismo, y fue esta versión exaltada y más extrema en sus supuestos (por ejemplo el llamado fundamentalismo de mercado) la que se erigió como la nueva ideología del mundo dominante por los EEUU, desplazando al viejo liberalismo y al keynesianismo que habían caído en el olvido tras la crisis de los 70.
Entonces ¿qué paso en los países pobres que ya no tenían más lugar al que mirar excepto EEUU? Sucedió lo que ya todos sabemos, las políticas económicas de privatización, apertura de mercado, etc., es decir políticas que en sentido estricto todavía podrían llamarse liberales, y cuyos resultados en muchos países (no en todos) fue justamente el que mencione en la primera cita: Se aumentaron las rentas para superar el hambre, la salud y demás problemas económicos que había dejado la caótica década de los 80, es decir se cumplió esa primera etapa a la que se refiere Galbraith. Hasta ese momento -lo repito- todavía se podría haber dicho que se aplicaron políticas liberales, pero ya han pasado más de 20 años desde el inicio de esas políticas, y lo que Galbraith decía que pasaba solo en la cabeza de los economistas más reaccionarios, el neoliberalismo lo extendió al resto del conjunto de la sociedad, quiero decir que el discurso de la predominancia de los objetivos económicos no es ya solo exclusivo de los profesionales de la economía, sino también de muchos y cada vez más amplios sectores de la sociedad, y entonces en vez de dar ese “salto cualitativo” -que significa el sobrepasar las medidas netamente económicas de bienestar para poner también énfasis en los aspectos no económico como la educación, la cultura y demás- las políticas públicas de muchos países se han quedado solo en el ámbito económico beneficiando ampliamente a los sectores más favorecidos en comparación al resto de la sociedad, y dejándole al mercado que se encargue de todo; ese es el fundamentalismo de mercado que ha traído entre otras cosas las tasas altísimas de desigualdad que existen en países emergentes como Brasil o en países desarrollados como EEUU. El neoliberalismo deja a todos en manos del mercado que es una institución éticamente neutra y que da siempre preferencia a quienes más poder ostentan (en este caso los ricos).
Esa es la esencia del neoliberalismo que Galbraith vio en la esfera académica de la economía y que en la actualidad se ha convertido en la ideología de casi toda la sociedad.

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