jueves, 31 de marzo de 2016

Razones para no hacerle mucho caso a Bauman sobre las redes sociales


En los últimos años el sociólogo polaco Zygmunt Bauman ha sido mostrado cada vez más como un crítico de las nuevas formas de socialización que traen consigo las redes sociales (cuyo nombre más preciso debería ser redes virtuales, pero ese es otro tema), y paradójicamente sus opiniones se han difundido justamente a través de las redes sociales.
Me parece que el poco gusto de Bauman por las redes sociales viene de dos fuentes: (1) La aversión propia de las personas de su edad educadas bajo la única influencia del libro y de unos medios de comunicación menos masivos que ahora (Vargas Llosa es también un ejemplo de esa tecnofobia por la informática); y (2) la muy difundida idea de izquierda (espectro político que Bauman abraza) de que la ciencia (junto a la tecnología) son la ‘ideología’ del capitalismo tardío. La primera actitud es un prejuicio propio de las personas que no han nacido en las últimas décadas y que no comprenden del todo la forma de socialización de las redes sociales, y la segunda es una idea tan vaga y amplia que no se puede someter a comprobación, por lo que solo queda aceptarla como acto de fe.

Una primera frase Bauman es esta: 
“Nunca en la historia humana hubo tanta comunicación como hoy pero esta comunicación no desemboca en el diálogo, que es el desafío cultural más importante de nuestro tiempo. Nadie realmente habla”. (ver aquí
Parece que esta afirmación de Bauman se basa en una experiencia muy amplia como usuario e investigador en el tema de las redes sociales. De lo primero no puedo dar fe, pero de lo segundo sí, es decir, que Bauman es un sociólogo de escritorio (opinólogo para dar un término más preciso), que nunca o casi nunca (le doy el beneficio de la duda) ha hecho trabajo de campo sobre algo, ni siquiera sobre algo que requiere un trabajo de campo más de escritorio como las redes sociales.
Esto quiere decir que es puro prejuicio lo que dice, nunca muestra un dato o un conjunto de testimonios que avalen lo que dice. Y es que en realidad las conversaciones de las redes sociales no son algo superficial como lo que pueden mostrar los comentarios o memes compartidos a través de ellas. Por el contrario, y en la mayoría de los casos dependiendo de la relación previamente establecida con el interlocutor, se pueden llegar a desvelar cosas mucho más íntimas que las que se dirían cara a cara, cosas en las que la persona podría abrirse más justamente por la supresión de ciertas condiciones sociales que inhiben a veces la conversación profunda (los gestos faciales del otro, su mirada juzgadora, etc.).
Bauman también dice que las redes sociales no logran el diálogo, y en otra cita menciona el ejemplo del dialogo del papa Francisco con un ateo italiano (ver aquí). Es que en realidad el renombrado sociólogo no se da cuenta de que las redes sociales no han sido creadas con la finalidad de solucionar los problemas políticos surgidos por medio de la globalización. Es cierto que cuando funcionan como medios de comunicación en los que se puede emitir una opinión funcionan mal (basta ver los comentarios en las publicaciones de Facebook de los diversos periódicos), pero esa no es su única función. De hecho, redes sociales como Facebook no están diseñadas para invitar a los otros a dialogar con nosotros y conocernos, sino para agregar a nuestra lista de contactos a personas que ya conocemos (y de ahí nacen pues los diversos ajustes de privacidad existentes); en este sentido no se les puede pedir a las redes sociales cumplir una función para la que no están diseñadas. Y esto es aún peor en redes sociales como Twitter o Instagram cuyo formato de interacciones es sumamente limitado.
Otra cita de Bauman es la siguiente: 
“La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales” (ver aquí)
Bauman no se da cuenta que en muchas de las interacciones actuales en las redes sociales ya se dejó atrás la época del chateo anónimo, en la cual entrabas a una sala de chat, ponías un Nick y empezabas a hablar con cualquier desconocido o un grupo de ellos. De hecho que ese tipo de interacción aún subsiste, pero no es el que más se usa. Por lo general la gente crea sus grupos de chat de Facebook y de Whatsapp con personas que conoce de manera que esos grupos de chat son extensiones de sus relaciones sociales de la vida offline, mientras que los otros grupos de Facebook están hechos principalmente para compartir información y opiniones, no para establecer relaciones sociales.
En la última parte de esta cita Bauman muestra con más claridad su falta de comprensión de las redes sociales actuales. En realidad no es tan fácil añadir amigos, la mayoría de gente solo acepta a la gente que conoce (aunque esta situación es menos frecuente en los adolescentes que aceptan más sin medir riesgos); y tampoco es tan sencillo borrar, bueno, si es sencillo borrar a las personas con las que casi no hablas en la vida offline, pero cuando se trata de personas importantes, es muchas veces un dilema el eliminarlas o bloquearlas.
Por ultimo debo reconocerle a Bauman un análisis valioso que se puede ver en la siguiente cita: 
“Hoy vivimos simultáneamente en dos mundos paralelos y diferentes. Uno, creado por la tecnología online, nos permite transcurrir horas frente a una pantalla. Por otro lado tenemos una vida normal. La otra mitad del día consciente la pasamos en el mundo que, en oposición al mundo online, llamo offline. Según las últimas investigaciones estadísticas, en promedio, cada uno de nosotros pasa siete horas y media delante de la pantalla. Y, paradojalmente, el peligro que yace allí es la propensión de la mayor parte de los internautas a hacer del mundo online una zona ausente de conflictos. Cuando uno camina por la calle en Buenos Aires, en Río de Janeiro, en Venecia o en Roma, no se puede evitar encontrarse con la diversidad de las personas. Uno debe negociar la cohabitación con esa gente de distinto color de piel, de diferentes religiones, diferentes idiomas. No se puede evitar. Pero sí se puede esquivar en Internet. Ahí hay una solución mágica a nuestros problemas. Uno oprime el botón “borrar” y las sensaciones desagradables desaparecen. Estamos en proceso de liquidez ayudada por el desarrollo de esta tecnología. Estamos olvidando lentamente, o nunca lo hemos aprendido, el arte del diálogo” (ver aquí
Ese hecho de crear una especie de zona de confort en las redes sociales, en las que la gente simplemente le da borrar a cualquier comentario desagradable o que la contradiga, es una situación muy cierta, y puede ser de dos maneras: (1) cuando un administrador de una página borra un comentario desagradable de una de sus publicaciones e incluso bloquea al comentarista, si es por un acto de intolerancia estamos realmente ante un acto grave de intolerancia, pero a veces puede también estar motivado por el hecho de que algunos comentaristas son perfiles falsos (trolls); y (2) cuando una persona borra el comentario desagradable de alguno de sus contactos, pero si ese comentario estaba hecho solo con el ansia de molestar no hay problema; en cambio si se trataba de una opinión discordante que no intentaba ofender, en ese caso estamos frente a una gran intolerancia y narcisismo. Me parece que este último caso es el que menciona Bauman.

Ahora, si bien ese es un problema que se manifiesta en las redes sociales, no es un problema que ha sido creado por ellas. Es un problema creado en el mundo offline de la gente en el cual se enseña a una vida consumista y hedonista, en donde el dialogo y el debate son pérdidas de tiempo muy poco agradables, en ese sentido no son las redes sociales las originarias de este problema, ni su solución pasa por modificar esos software sino a sus usuarios. 

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