martes, 29 de marzo de 2016

¿Existe “América Latina”?

Este concepto, de origen francés, es un término muy popular que a menudo se usa (de manera oficial y no oficial) para hacer referencia a todos aquellos países (no digo naciones) cuyo territorio estuvo bajo la dominación colonial de alguna potencia europea de lengua latina (España, Portugal y Francia), del cual el subgrupo más grande sería Hispanoamérica, es decir los países de habla española que fueron ex colonias españolas. Es un término totalizador que en muchas ocasiones ha servido para alimentar un sentimiento de unidad y chauvinismo frente a la América anglosajona del norte (principalmente EEUU y también en cierto sentido hacia Canadá, que a pesar de tener una provincia francófona como Quebec no podría ser considerada latinoamericana). Y es precisamente en EEUU donde se ha usado de manera más consistente este concepto en las últimas décadas, debido a la masiva migración de pobladores de Centro y Sudamérica (conceptos más geográficos que político-culturales) que vivieron en carne propia la discriminación y restricción de oportunidades en el “país de las oportunidades”. Aunque en este caso lo “latino” es casi siempre restringido a lo hispanoamericano y dentro de esto a aquellas poblaciones que son mayoritarias en ese país, es decir mexicanos, cubanos y puertorriqueños.

Pero este concepto esconde mucho. En primer lugar, los pasados de los países que se supone son de América Latina son muy dispares, ya que cada ex colonia estuvo ligada a la suerte de su ex metrópolis y por ende tuvieron pasados muy dispares. Por ejemplo la mayoría de los que pertenecieron a la América Española pudieron independizarse de ella a inicios del siglo XIX aprovechando la decadencia del Imperio Español iniciada por lo menos desde un siglo antes, mientras que la gran colonia portuguesa, es decir Brasil, no tuvo que lidiar con una guerra tan sangrienta de independencia como las que libraron sus vecinos; y por otro lado, el caso de la ex colonia francesas fue muy singular, ya que una de ellas aún existe (Guayana francesa) y las demás tuvieron procesos de independencia totalmente distintos al resto de América, en especial el caso de Haití.
Esto bastaría para decir que América Latina no fue una, y aún no lo es ya que la identificación respecto a América Latina en los países hispanos se restringe principalmente a los que comparten su lengua, sin tener en cuenta a aquellos pertenecientes a las otras realidades lingüísticas que deberían conformarla.
En segundo lugar, siguiendo lo del anterior párrafo, se podría decir que incluso reducir el alcance del concepto de América Latina a Hispanoamérica (con la misma connotación identificadora) sería una trampa que escondería muchas problemáticas distintas que han sufrido y sufren los países de este continente. Uno de los problemas, y que tiene que ver mucho con la identificación de las personas respecto a su país, tiene que ver con las realidades étnicas que nos heredó el dominio colonial español. Así pues la América española fue muy heterogénea, y dejó sociedades altamente discriminatorias para con las poblaciones autóctonas y las poblaciones traídas forzosamente de África como Perú, Ecuador o Bolivia; dejó también sociedades donde las poblaciones autóctonas fueron desaparecidas y reemplazadas por esclavos expatriados forzosamente desde África como es el caso de la mayoría de países centroamericanos y caribeños; y por otro lado dejo países en los que también fueron exterminadas las poblaciones aborígenes pero fueron reemplazadas principalmente por colonos europeos como es el caso de Argentina. Esto trae problemas muy distintos en cada país, así pues en los países andinos la gran mayoría de las clases populares están conformadas por indígenas o mestizos que no necesariamente se identifican con las minorías afrodescendientes; mientras que en los países del segundo tipo son los indígenas una minoría a menudo excluida; y por ultimo países como Argentina y Uruguay no han tenido un problema de exclusión racial respecto a sus mayorías populares pero sí han mostrado cierto rechazo a los migrantes indígenas o mestizos provenientes de países como Perú, Paraguay y Bolivia, mientras que no mostraron el mismo rechazo hacia los migrantes europeos de inicios del siglo pasado.
Esto se manifestó en el campo económico durante el siglo pasado en las grandes diferencias de las luchas políticas de inicios del siglo XX en las que en países como Perú y México se peleaba por reivindicaciones campesinas en medio de un sistema económico rural semiservil que estaba muy atrasado respecto a la producción capitalista, mientras que en otros lugares como Chile y Argentina la reivindicación era más obrera por no haber tenido un pasado semifeudal tan arraigado, y de ahí también nacen los distintos matices que tuvo el populismo latinoamericano del siglo pasado que tenía en cada país una base popular muy distinta y con exigencias de reivindicaciones muy heterogéneas.
Esto trae problemas muy diferentes para cada país ya que cada uno tiene que afrontar primero políticas de inclusión y reconocimiento de los otros a nivel interno antes de afianzar una identidad imaginaria como la de “latinoamericano” -ya que no existe siquiera una identificación como hispanoamericanos-; y este camino es largo ya que muchos países, especialmente los que tienen una población autóctona mayoritaria como México, Perú y Bolivia tienen que afirmar al mismo tiempo una definición de nación multicultural que los hace únicos, sobretodo en estas décadas en las que se han hecho más visibles muchas etnias antes olvidadas como las amazónicas -situación también afrontada por Brasil que hasta décadas anteriores solo tenía como problema étnico el dilema de negro-blanco.
En este sentido, me atrevo a decir que “América Latina” es solo una identidad imaginaria para la que aún no se dan las suficientes condiciones para existir plenamente; ni siquiera se dan las condiciones para la existencia plena de la autoidentificación como hispanoamericano ya que la existencia de una lengua común no es suficiente para indicar una homogeneidad o siquiera una autoidentificación cultural en una realidad en la que la misma lengua española es altamente heterogénea y rica en matices.

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