Estaba andando por el NY Times[1]
revisando algunas noticias sobre mi disciplina, y bueno me encontré con una
historia antigua (del año 2001) que es muy poco conocida en el mundo
hispano-parlante. Se trata la historia de una Tesis de Sociología que se supone
que sustentaba epistemológicamente a la astrología (¿sociología, epistemología
y astrología en una sola tesis?, así de enredada era la cosa).
Los protagonistas de esta historia son el reconocido
sociólogo Michel Maffesoli, la astróloga Elisabeth Teissier (en realidad se
llama Germaine Élizabeth Hanselmann) y la Universidad de París V Descartes.
“El 7 de abril de 2001, la señora Elizabeth Teissier defendió en la Sorbona una tesis para obtener el grado de doctor en Sociología, dirigida por Michel Maffesoli, titulada Situación epistemológica de la astrología a través de la ambivalencia, fascinación/rechazo de la astrología en las sociedades posmodernas. Como lo menciona Lahire, la tesis contó con un jurado formado por figuras destacables de la sociología francesa contemporánea (Serge Moscovici, a quien la Universidad Autónoma Metropolitana otorgó el título de Doctor honoris causa, y el de Alain Touraine, también un visitador constante de México). La tesis no sólo fue aprobada sino que, además, recibió el reconocimiento de “Muy honorable”, algo que sólo reciben de modo excepcional ciertas tesis destacables. Tanto la tesis como su defensa frente a uno de los mejores jurados, incluyendo los comentarios vertidos ya sea por escrito o de manera oral por algunos de sus miembros, se convirtieron en el centro de una intensa polémica que comenzó por abarcar el campo de la filosofía y la sociología, para desbordarse hasta incluir a la física, la astronomía y, finalmente, los medios masivos de comunicación, cuya participación fue intensa por la explotación sensacionalista que hicieron del caso. A la postre, el campo académico francés se dividió en dos polos: por un lado se encontraban todos aquellos que denunciaban tanto a la tesis como al teatro de su defensa como algo contrario a las reglas y principios del trabajo de investigación y argumentación científicos y, ante todo, como algo en perjuicio de la misma sociología, que aparecía nuevamente bajo la sombra de una sospecha que no siempre ha logrado quitarse, como una ciencia falsa, espuria, en la que se puede decir y hacer cualquier cosa sin que existan consecuencias. Por el otro, estaban quienes tomaron partido a favor de la tesis y de su defensa, llegando incluso a sostener –como lo hizo el propio Maffesoli– que se trataba de una cacería de brujas cuyo objeto era su sociología a través de su persona. He aquí algunas piezas de cada una de estas posiciones[2]”.
Pues bien, no es malo estudiar la astrología como hecho
social. Es un hecho social tan respetable como cualquier otro, así lo expresa
Bernard Lahire:
“Que la astrología (la existencia muy real de los astrólogos), sus modos de uso y sus usuarios (con una débil o fuerte creencia) constituyen hechos sociales propios del estudio sociológico, que racionalmente se puedan (y de modo particular sociológicamente o etnológicamente, pero también desde el punto de vista de una historia de los saberes) examinar hechos científicamente percibidos como irracionales, que ningún sociólogo decidió degradar la dignidad de los objetos sociológicamente analizables (es completamente legítimo estudiar a la astrología como hecho social, tanto como a las prácticas deportivas, el sistema escolar o el uso de portafolios), que un alumno de sociología pueda tomar por objeto de estudio una realidad en relación con la cual estaba o se mantiene implicado (un trabajador social realizando una investigación sobre el trabajo social, un profesor de enseñanza primaria llevando a cabo una tesis de sociología de la educación, un deportista o antiguo deportista practicando la sociología del deporte...),está fuera de toda duda frente a nuestros ojos y si las críticas dirigidas a Michel Maffesoli y a los miembros del jurado fuesen de este tipo, indubitablemente y sin dificultad nosotros nos ubicaríamos de su lado. Sociológicamente, todo es susceptible de ser estudiado, ningún objeto es a priori más digno de interés que otro, ningún moralismo ni ninguna jerarquía debe imponerse en materia de elección de objetos, sólo debe contar la manera de abordarlos[3]”.
Así, el problema de la tragicómica sociología francesa (que
todos respaldan por estos lugares del mundo), es que se le otorgó la máxima
distinción académica en sociología a la autora de una tesis que solo se dedicó
a defender y exponer el otro oficio de la autora, no a tomar distancia de aquel
y analizarlo desde un punto de vista sociológico[4].
Lahire cita varios pasajes de la obra que más que hacer un análisis de las
ideas de los autores sociólogos, lo que hacen es una lectura de cartas de sus
obras:
“El astrólogo no está sorprendido de constatar una divertida convergencia entre esta parte “flotante”, móvil, algo imprecisa o fantástica y los “Piscis”, signo astrológico de Simmel; el signo por excelencia, con Cáncer (otro signo del agua) (...), de la movilidad adaptable, del sueño, del sentido de lo ilimitado y de lo cósmico, de una intuición fina y sensorial. Signo doble, reflejando la dualidad fundamental de la filosofía simmeliana (...) Es a estos planetas de Acuario que Simmel debe su gusto por la alteridad, la comunicación, pero también su originalidad, su amor por la paradoja y su naturaleza imprevisible (nota 47, p. 34).
Pequeña inclinación del ojo del astrólogo: Dilthey, creador de una nueva teoría del conocimiento fundada en la comprensión, nació el 19 de noviembre de 1833, era Escorpión y teólogo de formación... (nota 91, p. 61)[5]”.
Así, Lahire se queja de que un acto como este, tenga las
siguientes consecuencias sobre el sistema académico de la sociología en
Francia: “Formalmente, la señora Elizabeth Teissier es, pues, hoy doctora en
Sociología de la Universidad de París V y puede –entre otras cosas– pretender,
bajo este título, enseñar como encargada de cursos en las universidades,
solicitar su cualificación como maestro de conferencias (maître de conferences)
o pedir la formación de un dossier de candidatura para un puesto responsable de
investigación en el CNRS[6]”.
Además, esta tesis, como toda tesis posmoderna, comparte su
fobia a la ciencia ‘oficial’:
“Por qué, se pregunta E. Teissier, la astrología no se beneficia de la legitimidad académica (universitaria) y científica (en el CNRS). Su respuesta –formulada repetidas veces en el texto– es la siguiente: la astrología (“la ciencia de los astros”) es víctima de una relación de dominación que ha llegado a instaurar un verdadero consenso sociocultural en su contra. La ciencia, continuamente rebautizada “ciencia oficial”, “pensamiento único” o “conformista”, oprime a la astrología y hace creer en lo más grande, cuando se trata de una “falsa ciencia” que oculta la realidad de las cosas (“conjuración del silencio”, p. 816). La “ciencia oficial” es, pues, considerada como una ideología dominante, un “lugar totalitario”, un “imperialismo” o un “terrorismo”, frente a esta “contracultura” astrológica que es mantenida en un verdadero gueto. Peor todavía, la ciencia no es mas que asunto (affaire) de “moda” y de “convención” y no llega a mantener su dominación sino a través de una enseñanza oficial que dicta a todos lo que es bueno pensar[7]”
En fin, más datos se pueden encontrar en los textos citados.
La cuestión que realmente mueve a este artículo, es repensar los estándares
académicos que existen en nuestras universidades. El caso de Teissier no es el
único, ya en EEUU Sokal había avergonzado a una revista presigiosa de filosofía
posmoderna. Y bueno, los filósofos pueden decir lo que quieran, pero los
sociólogos, mejor dicho, los científicos en general no. Y no pueden hacerlo,
porque se supone que la base del prestigio de su conocimiento es la capacidad
de ellas por producir un conocimiento objetivo, que pueda dar cuenta de las
realidades a las que se acerca y que por ende pueda decir algo sobre qué hacer
con esas realidades.
“E. Teissier no puede ser identificada como responsable de lo que pasa en la Sorbona, e incluso no habría tenido la idea de golpear la puerta de nuestra disciplina para encontrar un lugar de legitimación de sus propios intereses de astróloga, si ésta no fuese el refugio de profesores-investigadores desprovistos de seriedad y, a veces, visible y explícitamente antirracionalistas[8]”.
Sobre esta última cita de Lahire:
“Éstos son cuestionamientos que pueden parecer parciales pero no evitan que sea obligado plantearlos cuando se trata de una lectura de un autor que empiece por restituir el medio en el cual y para el cual escribe. Este medio es el del campo académico y cultural francés, en el cual Maffesoli, junto con otras figuras (como Baudrillard, Lipovetsky y Bruno Latour) ocupan hoy posiciones de una aparente “vanguardia posmoderna”, en la que se han perdido (por ser abandonados) la necesidad de los criterios de cientificidad y objetividad para las ciencias sociales y, en especial, para la sociología. Su recepción en México[9] no debería perder de vista las condiciones de este campo y las luchas que en él se están dado en nombre de la ciencia social, una ciencia que (al menos así lo creo y así tomo también posición) no debe renunciar a la verdad y a la objetividad. Entonces podríamos entender, finalmente, que en el caso de madame Teissier, si no fuera demasiado trágico para la sociología, deberíamos simplemente reírnos[10]”.
Finalmente, esta situación es también en cierta manera
patente en Latinoamérica, de hecho podría decir que es la versión francesa de
lo que pasa en muchos departamentos de sociología y antropología de esta parte
del continente, donde bajo el pretexto relativista de conocer otras formas de
conocimiento (problema que fue analizado en este post) se le da cabida y
legitimidad epistemológica (en otras palabras los ponen a la par de la ciencia)
a hechos como las medicinas indígenas y demás prácticas, que si bien tienen
legitimidad como hechos sociales y culturales, no la tienen como conocimiento científico
comprobado.
[4] De
hecho hizo todo lo contrario y definió a Weber como un “Tauro pragmático”
[5] Op.
cit. 271
[6] Op.
cit. 268
[7] Op.
cit.
[8] Op.
cit. pág. 297-298
[9] Yo
diría que en toda Latinoamérica donde los autores franceses son de lejos los
más citados.
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