sábado, 31 de octubre de 2020

Los cortafuegos de hierro. El hito del inicio de una nueva Guerra Fría


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Una de las formas de saber que estamos frente a una Guerra Fría es presenciar el establecimiento de barreras entre los polos opuestos del sistema internacional. El primero en reconocer esto fue Winston Churchill en su discurso de 1946 en Estados Unidos. Churchill se refería con ello al erguimiento de la barrera física e ideológica del bloque soviético con respecto al bloque occidental, lo que él llamó una Cortina de Hierro. Pero la manifestación física más notoria de esta barrera se erigió en 1961, y no fue precisamente de hierro, sino de concreto, me refiero al muro de Berlín. La función de este muro era clara: impedir que la población de Alemania Oriental tuviera contacto ideológico y cultural con personas que viven en el bloque occidental de Berlín. En este sentido podemos afirmar que una Guerra Fría no solo es un enfrentamiento político y militar indirecto entre las potencias dominantes, sino también un enfrentamiento cultural directo, de modo que el enfrentamiento por la hegemonía cultural, expuesto por Antonio Gramsci, también encuentra eco en la geopolítica de las grandes potencias.


Pero la Cortina de Hierro y el muro de Berlín eran símbolos propios de la sociedad industrial, un mundo en el que la mayor parte de las fuerzas de producción eran movidas por el músculo humano y las grandes máquinas que quemaban combustible. El tiempo actual se caracteriza por la sociedad red y la economía informacional (usando los términos de Manuel Castells), en la que las fuerzas productivas se mueven principalmente con base en servicios generados por las tecnologías de la información, las cuales tienden a conectar todas las partes del mundo en simultáneo.
Debido a esta interconexión entre personas y empresas, que se empezó a globalizar en los cortos años de unipolaridad estadounidense (entre 1991 y 2003), la idea de erigir barreras físicas que impidan la comunicación entre las personas es imposible y contraproducente, ya que la economía actual está construida con base en los flujos de personas, información y capital. Y, sin embargo, han empezado a erigirse barreras, no físicas, pero sí virtuales: los cortafuegos de hierro, barreras virtuales que tienen dos funciones básicas. Primero, impedir que los internautas de un país puedan acceder a cierta información (principalmente cultural) proveniente de países rivales, y, segundo, que los servicios de internet de países rivales obtengan información de los internautas del país que impone la barrera.
El caso de TikTok y la crisis que ha generado entre China y Estados Unidos podría ser la señal de que estaríamos presenciando el inicio de una nueva Guerra Fría entre ambos países. Y sí, es cierto que China tiene vetado a sus internautas el acceso a la mayor parte de sitios de internet occidentales (igual que Corea del Norte), pero hasta antes del caso TikTok esto no había sido un problema geopolítico. Es decir, no había generado mayores reclamos o represalias por parte del gobierno estadounidense. En consecuencia, el inicio de esta Guerra Fría no está en el establecimiento de los vetos de China a los sitios de internet occidentales, sino en la amenaza de establecimiento del veto estadounidense sobre TikTok (una movida ya adelantada por la India).
¿Cuál es el futuro de esta táctica de Guerra Fría? Aunque es imposible predecir el futuro con precisión, es posible utilizar el pasado para poder visualizar algunas tendencias que podrían repetirse. Una de ellas es que las cortinas de hierro, o los cortafuegos actuales, no logren totalmente su cometido. Así como hubo mucha gente que se atrevió a cruzar el muro de Berlín o a cruzar las fronteras de la esfera soviética para adentrarse en el bloque occidental, también habrá mucha gente que, aun a costa de su libertad, intente cruzar los cortefuegos de hierro. Esto es algo que ya se da actualmente en China y es probable que se repita en el mundo occidental, dado el atractivo que genera para muchos el desarrollo tecnológico y empresarial de China y sus grandes marcas, como Alibaba, Huawei, Xiaomi, entre otras.
Por otro lado, y más allá de que esta hipótesis sea confirmada o no por el rumbo que tomen los acontecimientos, es un hecho que el sueño de aquellos pioneros de internet que vieron en las redes virtuales la forma de hacer realidad un mundo sin fronteras y de libertad de expresión sin límites está llegando a su fin. Las fronteras políticas del mundo físico se están trasladando al mundo virtual, y aunque los gobiernos de las potencias puedan obtener ganancias y pérdidas con ello, lo cierto es que son los ciudadanos los que más pierden, pues encuentran su privacidad e información invadida no solo por las empresas que proveen los servicios de internet, sino también por los gobiernos a los que estas empresas responden. Así como el muro de Berlín erigía una barrera detrás de la que algunos derechos humanos de los ciudadanos de Berlín Oriental se veían prescritos (como los derechos a la libertad de expresión, de información o de tránsito), los cortafuegos de hierro establecen barreras detrás de las que el derecho a la libertad de expresión y el derecho a la privacidad se ven diezmados. Un reto que los ciudadanos del siglo XXI debemos afrontar.










1Publicado originalmente en Foreign Affairs Latinoamérica, online edition. Available at: http://revistafal.com/los-cortafuegos-de-hierro/

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