Introducción
La
informática es probablemente el campo de desarrollo tecnológico que
más neologismos introduce en el habla cotidiana. Pero algunos de
estos neologismos que llegan a ser populares no siguen la
significación original de las palabras que emplean y debido a su
rápida difusión terminan desfigurando los significados de aquellas.
Tres ejemplos notorios que afectan directamente a las ciencias
sociales son: 1) “meme” que popularmente hace alusión a imágenes
de contenido humorístico compartidas a través de Internet pero cuyo
significado original refiere a la unidad mínima de información
cultural según la teoría socio-biológica de Richard Dawkins; 2)
“ingeniería social” que en términos informáticos hace
referencia al conjunto de actividades o engaños que los atacantes
usan para obtener información o bienes de las organizaciones a
través de la manipulación de los usuarios legítimos (es decir,
hackearlos); pero cuyo significado inicial en politología aludía a
la supuesta capacidad de las ciencias sociales del siglo XX para
modelar la sociedad futura; y 3) “redes sociales”, nombre por el
que se conoce a un tipo de páginas web destinadas a compartir
información con otras personas por medio de publicaciones públicas
o privadas, pero cuyo significado original hace referencia a la
teoría de redes sociales desarrollada por sociólogos como Mark
Granovetter y Ronald Burt a mediados de las década de 1980.
Así pues, la presente ponencia tiene por objeto discutir un término que sufre el mismo fenómeno que los tres ejemplos anteriores pero que es más antiguo: “virtual”. Pero esta discusión no sólo se enfocará en precisar el significado original del concepto, sino que intentará dilucidar su utilidad para las ciencias sociales, y para la sociología de la ciencia en particular.
La
ontología de Mario Bunge
De
los dos autores que sirven de base para este breve análisis, Mario
Bunge es quien ha trabajado con más profundidad la ontología. Es
necesario empezar por la obra de Bunge porque abarca dos temas que
son necesarios para analizar lo virtual: la materia y la realidad.
La
posición de Bunge respecto a estos temas se ha mantenido casi
constante a lo largo de su carrera, con ligeras modificaciones entre
una obra y otra. En vista de ello se puede hablar de un núcleo de la
filosofía bungeana que es expuesto con claridad por Dimeo (2008). En
esta filosofía, que es materialista, se entiende a la materia como
la colección de entidades materiales, que son aquellas que poseen
energía, esto es, que pueden cambiar “cuando menos en lo que se
refiere a su posición respecto de otros entes materiales” (Bunge,
1981, 28). Lo que no puede cambiar es aquello que no posee energía y
por ende es inmaterial.
Sin
embargo, no debe pensarse a lo inmaterial como totalmente desligado
de la materia, solo es inmaterial en cuanto a su falta de capacidad
de movimiento, pero no lo es en cuanto a su origen. Dentro de esta
ontología lo inmaterial deriva de lo material y puede presentarse de
tres maneras, ya sea como una relación entre objetos materiales,
como una propiedad de los objetos materiales (Dimeo 2008:16) o como
ideas o ficciones (Dimeo 2008:37).
Pero
la materia no lo abarca todo, pues está comprendida dentro de una
categoría más amplia: la realidad. ¿Qué es la realidad? En
términos sencillos es la colección de todas las cosas reales,
siendo reales todos aquellos objetos que o bien influyen sobre otros
objetos, o bien son influidos por otros objetos:
Un
objeto x
es
real si, y sólo si, o bien (a) hay por lo menos otro objeto y
cuyos
estados son (o serían) diferentes en ausencia de x,
o bien (b) todo componente de
x
modifica
los estados de algún otro componente de x.
(Bunge,
1981, 37)
La
principal característica de los objetos reales es la existencia
(Dimeo 2008:45), de tal modo que esta ontología se basa en la
tautología: es real=existe. La existencia es aquí un concepto
amplio por lo que una frase como “Dios no existe” es falsa, ya
que Dios sí existe, al menos como idea en el cerebro de muchas
personas, aunque ciertamente para la metafísica que proponemos sí
se puede decir que Dios no es material, esto es, no tiene energía, o
que Dios no es objetivo, tal como se explicará más adelante.
Los
objetos reales pueden dividirse de varios modos, como materiales e
inmateriales, objetivos y subjetivos, actuales o posibles.
Respecto a la dicotomía objetivo/subjetivo, Bunge es claro cuando
afirma que no define realidad “como existencia independiente del
sujeto, y esto por dos razones. Primera, porque las creaciones
humanas no se actualizan sin intervención humana. (Por ejemplo un
libro, aunque real, debe su existencia a su autor y su editor.)
Segunda, porque también los sujetos de conocimiento son reales.”
(Bunge, 1981, 38)
Esto
lleva a relativizar la idea de “mundo externo” que divide a
muchos filósofos idealistas y materialistas ingenuos. Así, respecto
de una idea o constructo, Bunge afirma que:
[…]
es real porque es un proceso de mi propio cerebro. Y este último
puede convertirse en objeto de estudio para algún otro, y, en
consecuencia, existe en el mundo externo, para él. Nótese que no
hay nada semejante a “el mundo” externo: todo mundo externo es un
mundo externo a algún sujeto. El mundo (o realidad) puede
considerarse como la suma (física) de todos los mundos externos, a
condición de que el mundo existiera mucho antes de que emergieran
los sujetos cognoscentes. (Bunge, 2002:101)
Además,
es notorio a esta altura de la argumentación que lo subjetivo no es
idéntico a lo inmaterial, sino solo un subconjunto de aquello, pues
las relaciones y las propiedades entre las cosas, especialmente
aquellas distintas del sujeto humano, no dependen de los sujetos
cognoscentes para existir.
La
diferencia entre actual y posible es más interesante a nuestro
propósito. Bunge (2005:166) se refiere a lo posible como aquello que
puede o no puede ocurrir, y cuya ocurrencia en la realidad depende de
las leyes (naturales o sociales) pertinentes a los objetos sobre los
que ocurrirá el hecho. Dimeo (2008:39-40) afirma que es muy
restrictivo y hasta determinista reducir la posibilidad de la
ocurrencia a la influencia de leyes naturales o sociales, pues ello
haría que lo posible fuese en realidad lo determinado. Por ello,
haciendo uso de una visión más compleja que Bunge define a lo
posible como aquello que puede ocurrir como producto de cruces de
“líneas legales”, que podríamos definir como procesos distintos
afectados por distintas leyes que en determinado momento cruzan sus
trayectorias pudiendo generar diversos tipos de hechos. Así, lo
posible queda a medio camino entre lo necesario (que va a ser) y lo
imposible (que no va a ser).
En
concordancia con lo anterior, mientras que lo posible hace referencia
al futuro, lo actual hace referencia al presente, a lo que existe en
este momento y cuya existencia no puede ser puesta en duda (aunque sí
su materialidad o su objetividad).
Esto
significa que la realidad es más que la unión de lo material e
inmaterial, o de lo subjetivo con lo objetivo (ambas uniones abarcan
los mismos elementos), sino que es la unión de lo material e
inmaterial, objetivo o subjetivo, ya sea actual o posible. Solo queda
fuera lo imposible, que se equipara a lo irreal, esto es, aquello que
no puede existir ni puede ser pensado.
Además
podemos añadir otra clasificación más que ni Bunge ni Dimeo
proponen y dividir a lo real entre lo natural y lo artificial, donde
lo primero es todo aquello cuya existencia se da sin intervención de
la acción deliberada del sujeto mientras que lo segundo es todo
aquello que existe gracias a la acción deliberada del sujeto. El
conjunto de los objetos artificiales sería más grande que el
conjunto de los entes subjetivos (lo incluiría dentro de sí) a la
vez que el conjunto de los objetos naturales sería más pequeño que
el conjunto de los objetos objetivos y que el de los objetos
materiales. Por otro lado, la aparición de un objeto artificial,
corresponde a un proceso mediante el cual una idea, que está en el
cerebro de una o más personas, se hace real: un proceso que
denominaremos actualización y que definiremos más adelante.
Por
último, una idea importante en la que ni Dimeo ni Bunge profundizan
es que la existencia se presenta en grados. El menor grado de
existencia (igual a cero) corresponde a lo irreal, mientras que el
mayor grado de existencia (igual a uno) corresponde a lo que es tanto
actual como material. Lo posible está entre ambos dependiendo de las
condiciones que requiera para actualizarse, en una situación tal que
su grado de existencia puede caer a cero (hacerse imposible) o subir
a uno (volverse actual). Por otro lado, lo inmaterial también está
entre ambos extremos pero su situación no es indeterminada como lo
posible, sino que es inferior en grado a la existencia de lo material
ya que siempre brota de los cambios en la materia.
Lo
virtual en Lévy
La
discusión ontológica que hace Pierre Lévy en Cibercultura (1999)
es concordante en buena medida con lo que afirma Bunge. Así, lo que
Lévy llama “virtual” es lo que en párrafos anteriores hemos
denominado como “posible”, por lo que a partir de ahora usaremos
únicamente la palabra virtual.
Lévy
nos dice que lo virtual es aquello que no es actual, sino que existe
en potencia.
En
la acepción filosófica, es virtual aquello que existe sólo en
potencia y no en acto, el campo de fuerzas y de tendencias que tiende
a resolverse en una actualización. Lo virtual se encuentra antes de
la concretización efectiva o formal […]. Pero en el uso corriente,
la palabra virtual es muchas veces empleada para significar la
irrealidad –mientras la “realidad” presupone una efectivación
material, una presencia tangible. La expresión “realidad virtual”
suena entonces como un oxímoron, un misterioso arte de magia […].
Sin embargo, en rigor, en filosofía lo virtual no se opone a lo real
pero sí a lo actual: virtualidad y actualidad son apenas dos modos
diferentes de la realidad. (Lévy, 1999:47)
Al
no ser actual, lo virtual está desterritorializado (Lévy, 1999:47),
es decir es independiente del tiempo y el espacio (en términos más
precisos, del espacio-tiempo). A su vez el proceso que lleva desde lo
virtual hasta lo actual se denomina actualización, que para Lévy,
en concordancia con lo mencionado en párrafos anteriores, no es un
proceso uniforme:
Lo
virtual existe sin estar presente. Añadamos que las actualizaciones
de una misma entidad virtual pueden ser bastante diferentes unas de
otras, y que lo actual nunca está completamente predeterminado por
lo virtual. […] Lo virtual es fuente infinita de actualizaciones.
(Lévy, 1999:48)
Es
a partir de aquí que podemos entrar a discutir sobre la informática
a través del concepto de digitalización. La digitalización
consiste en la virtualización de la información a través de su
transformación en códigos binarios. Pero nótese que no son los
códigos binarios lo virtual, sino el contenido de la información.
Los códigos binarios son actuales, están allí, escritos en una
memoria o disco duro, pero la información que ha sido plasmada en
ellos, tal como estaba plasmada en los cerebros humanos antes de
codificarla ya no está presente ni material ni inmaterialmente,
necesita ser actualizada a través de la traducción que ejecuta el
computador o cualquier aparato que usemos para ello, y necesita
además de seres humanos capaces de codificar, entender esa
información previamente virtualizada. Lévy hace un ejemplo muy
esclarecedor analizando una imagen de computadora:
Diremos
que una imagen es virtual si su origen es una descripción digital en
una memoria de computadora. […] Si quisiéramos mantener un
paralelo con el sentido filosófico, diríamos que la imagen es
virtual en la memoria de la computadora y actual en la pantalla. La
imagen es aún más virtual, por así decir, cuando su descripción
digital no es un depósito estable en la memoria de la computadora,
sino cuando es calculada en tiempo real por un programa a partir de
un modelo de flujo de datos de entrada. (Lévy, 1999:73)
Esto
que escribió Lévy a fines del siglo pasado es aún más patente hoy
en día si comparamos un video que tengamos en nuestra PC con un
vídeo disponible en YouTube: En el primer caso, el contenido del
video está virtualmente presente en nuestra PC, mientras que el
contenido de un vídeo subido a YouTube está virtualmente presente
en cualquier aparato electrónico que se conecte a Internet.
Conclusiones
sociológicas
Esta
breve disertación termina haciendo dos precisiones que pueden serle
útiles al sociólogo.
La
primera hace referencia a lo virtual en la era digital. ¿Cuál es el
sentido de usar dos palabras distintas como virtual y digital cuando
el concepto de digitalización parece ser igual al de virtualización?
La respuesta es que no son iguales: La digitalización es una forma
de virtualización hecha por medio de computadora.
Esto
quiere decir que el ser humano ha virtualizado información mucho
antes de la existencia de las computadoras (probablemente mucho antes
de que fuera un homo sapiens tal como lo conocemos): primero a través
del almacenamiento de ideas y recuerdos en su cerebro a través de
fábulas y mitos y luego a través de diversas actividades por las
que plasmaba información sobre soportes extracorporales, empezando
por las pinturas rupestres, seguida de otros materiales y formatos
tales como las narraciones, los planos, las ecuaciones matemáticas,
y el largo etcétera que compone toda la información cultural de la
humanidad; hasta llegar a nuestros días en los que pudimos crear
máquinas que nos permiten hacer de forma más eficiente todo ese
proceso de virtualización de información, de cultura. En este
sentido podemos encontrar continuidad entre la virtualización del
siglo XXI y el desarrollo de la humanidad en el afán de perennizar
su cultura. Ahora bien
Por
otro lado, la ruptura se da en el hecho de que la virtualización es
un proceso creciente en su alcance, y que con ella se hacen virtuales
trozos de información que antes hubiera sido imposible virtualizar
por medio de los soportes tradicionales. El más claro ejemplo de
ello es el internet de las cosas, por medio del cual no sólo
tendrías virtualmente bajo tu control el acceso a diversos trozos de
información, sino que se podría actuar sobre los aparatos que los
producen, y yendo más allá es la Inteligencia artificial y los
programas de machine learning, mediante los cuales se intenta que las
máquinas hagan lo mismo que el cerebro hace de manera cotidiana a
cada momento: recoger trozos de información, procesarlo y
almacenarlos autónomamente para actualizarlos cuando le sean
necesarios.
En
este sentido se le puede dar la razón a Lévy y decir que la cultura
del siglo XXI es más virtual que la de siglos anteriores, y no
porque nuestros predecesores hayan tenido menos imaginación que
nosotros, sino porque el campo de lo virtual en nuestra cotidianidad
va en aumento sin que haya desmedro de lo actual o material a nuestro
alrededor. Un claro ejemplo de ello lo podemos ver si comparamos las
revoluciones tecnológicas anteriores con la revolución digital
contemporánea. Tanto la revolución agrícola como la revolución
industrial no aumentaron la realidad, aunque sí la transformaron
produciendo nuevos entes. No la aumentaron ya que solo se limitaron a
transformar la materia desde una cierta materia prima hacia otro
producto material (recordemos la clásica ley de Newton de que la
materia no se crea ni se destruye, solo se transforma). Por otro
lado, la revolución digital sí aumenta la realidad por medio de la
digitalización que aumenta el conjunto de lo posible (o virtual).
Así pues, podemos concluir, sin acudir a sentidos metafóricos, que
cada día vivimos un proceso de ampliación de nuestra realidad:
Vivimos en una realidad ampliada y seguiremos viviendo en ella.
Referencias
Bunge,
Mario y Rubén Ardila. 2002. Filosofía
de la psicología.
México:
Siglo XXI
Bunge,
Mario. 1981. Materialismo
y ciencia.
Barcelona:
Seix y Barral
Bunge,
Mario. 2005. Diccionario
de filosofía.
México:
Siglo XXI
Dimeo,
Mauricio. 2008. Materia,
realidad y existencia en Mario Bunge.
Tesis
para obtener el título de Licenciado en Filosofía, Universidad
Nacional Autónoma de México, Ciudad de México.
Lévy,
Pierre. 1999. Cibercultura.
Sao
Paulo: Editora 34