Hace poco leí un texto de 2019* sobre el proyecto ilustrado, y creo que es muy útil para analizar los desafíos actuales de la educación. El proyecto ilustrado se define como la continuación de los principios de la Ilustración del siglo XVIII hasta nuestros días. Es una tradición que defiende la razón, la libertad, el progreso y la educación como pilares fundamentales para el avance de la sociedad. Se caracteriza por su rechazo a la superstición, el dogma y las creencias infundadas, promoviendo en su lugar la libre indagación y el secularismo. Este proyecto es intrínsecamente autocrítico y capaz de corregirse a sí mismo, como lo ha demostrado a lo largo de los siglos, por ejemplo, al incluir actores antes marginados, como las mujeres. Para el proyecto ilustrado, la educación juega un papel central, fomentando el pensamiento racional y la mentalidad científica, y buscando aplicar el conocimiento para resolver problemas sociales y culturales.
Antes del cambio de era, es decir, antes de que OpenAI lanzara ChatGPT, los principales críticos del proyecto ilustrado provenían de ciertos sectores de las humanidades, especialmente de grupos posmodernistas, poscoloniales y constructivistas. Argumentaban que la ciencia impulsada por la Ilustración era una herramienta de dominación capitalista, criticaban su enfoque mecanicista y reduccionista, y defendían el relativismo del conocimiento, negando la existencia de una verdad objetiva y afirmando que el conocimiento está influenciado por el género y los marcos culturales. En general, estos críticos fueron inofensivos, salvo por haber contribuido a malformar a algunos docentes y científicos sociales que rechazan los fundamentos del conocimiento serio. No tuvieron un impacto significativo ni en el proyecto ilustrado ni en la ciencia. De hecho, la gran revolución tecnológica que marcó el actual cambio de era es una prueba del avance de la ciencia a pesar de sus detractores académicos.
Sin embargo, la mayor amenaza para el proyecto ilustrado hoy proviene de una actitud hacia la tecnología que Mario Bunge denominó tecnofilia. Esta se caracteriza por un entusiasmo excesivo o una confianza acrítica en la tecnología, asumiendo que puede resolver cualquier problema, incluso aquellos generados por el propio avance tecnológico. Bunge critica esta postura por ignorar los riesgos éticos, sociales y ambientales, y por proponer soluciones simplistas o irrealistas sin evaluar sus implicaciones profundas.
Pero, ¿quiénes son estos tecnófilos que hoy amenazan al proyecto ilustrado? Son los nuevos “expertos” en inteligencia artificial, generalmente charlatanes que aprendieron a usar la interfaz de un Modelo de Lenguaje a Gran Escala (LLM) y buscan monetizar su uso a través de promesas exageradas a los usuarios. Una idea especialmente peligrosa para el proyecto ilustrado que es difundida por estos charlatanes es la creencia de que, dado que cada avance tecnológico ha liberado capacidades humanas al ahorrar trabajo manual, estos modelos (llamados por ellos, “la IA”), al poder “pensar”, podrían liberar a los humanos de tareas intelectuales como aprender matemáticas, generar argumentos o leer libros. Según ellos, la IA respondería a todas nuestras preguntas, permitiéndonos dedicarnos a actividades más “productivas”. Esto implica cambios radicales en el sistema educativo, llevando la IA a las aulas y enseñando a los estudiantes a usarla, es decir, a formular preguntas y recibir respuestas.
Lo que estos tecnófilos no tienen en cuenta es que esta tecnología tiene un componente cualitativo distinto al de las tecnologías predecesoras. Todas las tecnologías anteriores, desde la máquina de vapor hasta las computadoras, ahorraban trabajo manual. Tomemos el ejemplo de las computadoras, estas comenzaron como máquinas de cálculo que permitían sumar rápidamente grandes cantidades, y con su evolución reemplazaron tareas como escribir a mano, dibujar en papel o llevar libros contables. Sin embargo, el componente de pensar e imaginar aquello que se iba a crear nunca fue reemplazado. El crecimiento de las sociedades dependía de liberar trabajo manual para dedicar más energías al trabajo intelectual. Los LLM han cambiado esto: ahora podemos preguntar algo y recibir una respuesta sobre prácticamente cualquier tema.
Este cambio cualitativo nos lleva a preguntarnos: ¿qué haremos ahora que tenemos “liberada” la capacidad de pensar? Así como la tecnología de transporte nos ahorró caminar, pero también redujo nuestra actividad física, la IA podría ahorrarnos el esfuerzo de pensar, pero a costa de debilitar nuestras capacidades intelectuales. Estos tecnófilos proponen que la educación futura ya no enseñe a pensar: ¿para qué aprender a argumentar si la IA puede generar argumentos en contra de una opinión que no nos guste? ¿Para qué aprender matemáticas si la IA puede resolver cualquier problema de cálculo?
A menudo se sugiere que la solución es enseñar a los estudiantes lo que la IA no puede hacer, como trabajos manuales. Pero, ¿realmente alguien cree que la humanidad progresará a punta de obreros que realizan tareas físicas que la IA no puede hacer? ¿Alguien cree que el avance tecnológico será posible sin seres humanos capaces de generar nuevos conocimientos? Mi respuesta es no. La tecnología y el progreso requieren personas que sepan avanzar el conocimiento científico, plantear hipótesis novedosas, resolver problemas inversos y modelar soluciones. Quizá algún día la IA pueda hacer esto, pero ¿de qué servirá si la sociedad no tiene la capacidad de entenderlo o auditarlo? Si el proyecto antiilustrado de estos tecnófilos se hace realidad, el resultado será una sociedad de individuos sin capacidad analítica o crítica, que creerán ciegamente en lo que la IA genere, incapaces de cuestionar o auditar el conocimiento producido. Además, la amenaza es más grande, ya que liberar a las personas de la tarea de pensar encuadra perfectamente con el hedonismo reinante en las sociedades contemporáneas, donde se busca la rápida solución a todos los problemas y la rápida satisfacción de cualquier necesidad. ¿Para qué aprender matemáticas si son difíciles y abstractas? ¿Para que aprender a argumentar si la IA puede generar los argumentos por mí, y si no me gustan le repregunto hasta que de una respuesta que me gusta?
Mi propuesta es aprovechar los LLM para profundizar en el nivel de los conocimientos impartidos, especialmente en lógica, argumentación y matemáticas. Los LLM pueden ser una gran herramienta para formar ciudadanos críticos, capaces de entender y auditar la tecnología en beneficio de sus sociedades. Ya hoy vemos grandes masas de individuos idiotizados por internet; no profundicemos este problema privando a las futuras generaciones de la capacidad de pensar y cuestionar en pos del uso eficiente de una tecnología cuyo funcionamiento es una caja negra.
* 2019 Matthews - Mario Bunge and the Enlightenment Project in Science Education
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