EL PAPEL DE LA SOCIOLOGÍA EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL. LA ESCUELA DE CHICAGO
Si la psicología social nace en la confluencia de la sociología y la psicología, lo cierto es que desde sus inicios hasta la década de los años treinta se fue desarrollando más como una rama de la sociología que de la psicología, siendo mayor el número de manuales de psicología social que se publican por parte de sociólogos que de psicólogos.
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Antes de comentar algunas de las aportaciones más destacadas de los sociólogos de la Escuela de Chicago a la psicología social debemos mencionar la obra de Ch. Cooley, pues, si bien no pertenece a esta Escuela, tuvo una gran influencia en autores de la misma, como George Herbert Mead. Cooley (1864-1929) constituye un punto de referencia obligado para una aproximación histórica al pensamiento psicosociológico o, dicho en otros términos, a una psicología social sociológica. Una de las características centrales de su concepción teórica es la importancia dada a la comunicación. Mediante la misma no sólo tomamos conciencia de nosotros mismos, sino que también, gracias al vínculo que nos permite establecer con los otros, construimos lo que Cooley denomina el orden social. Formamos parte de un todo a través de la experiencia simpática que se da en cada acto comunicativo. Es precisamente la comunicación con los otros lo que hace que individuo y sociedad no puedan existir de forma aislada: «Un individuo separado es una abstracción desconocida a la experiencia, de la misma forma que lo es la sociedad cuando es considerada como algo separado de los individuos» (Cooley, 1902: 1). Esta concepción no reduccionista de la sociedad y de los individuos es ampliada en otro de sus más conocidos textos: Social organization, publicado en 1909. En este libro desarrolla sus ideas sobre la relevancia de los grupos primarios caracterizados por las relaciones cara a cara y la cooperación, y en donde se forman las creencias e ideales de los individuos. Para Cooley, la naturaleza humana no se expresa a través de la existencia aislada de cada individuo, sino a través de los grupos primarios. Esta idea es central en todos sus escritos, como en The social process (1918), en donde señala con claridad que cualquier forma de vida, si bien tiene una existencia en la conciencia individual, no puede ser identificada con los individuos que la encarnan, siendo necesario para su estudio adoptar un punto de vista impersonal, es decir, el punto de vista sociológico. Es dentro de este marco conceptual y teórico donde Cooley realiza sus más importantes contribuciones al pensamiento psicosociológico. Entre todas ellas cabe destacar su teoría del «yo espejo», de gran influencia en la elaboración teórica sobre la identidad como proceso que surge en la interacción comunicativa entre los individuos, y que sería desarrollada posteriormente por Mead. La teoría de la identidad de Cooley no es sino un desarrollo de su idea de la no contraposición entre individuo y sociedad. Para Cooley, tomamos conciencia de nosotros mismos a través de los otros, de lo que imaginamos que los otros piensan sobre nosotros, de los juicios que nuestros pensamientos provocan en los otros y de la reacción emocional que todo ello nos produce. De igual manera, la teoría de la comunicación desarrollada por Cooley tendrá una gran influencia sobre la construcción de una teoría de la mente desarrollada por Mead. Para ambos científicos sociales, tanto el pensamiento como la conciencia son procesos vinculados al desarrollo del lenguaje.